En el primer artículo de esta serie hablé a modo de presentación del juego de mesa Carcassonne, en el cual usamos unas fichas llamadas «seguidores» según las reglas del propio juego, con forma vagamente humanoide. Para la mayoría de las personas que los vean o usen las primeras veces son simplemente los muñequitos del Carcassonne pero para muchos otros, y cada día más gente, tienen otro nombre. Me encantaría ver a algún reportero preguntando por la calle a cualquier viandante «¿Sabe usted los que es un Meeple?».
Se dice, se cuenta, se rumorea, que alguien llamada Alison Hansel estaba en mitad de una partida de este juego cuando acuñó el término uniendo las palabras “My People”. Quizá solo fuera una broma del momento sobre dónde colocaba sus seguidores en el tablero, o quizá solo estaba defendiendo su manera de ponerlos todos en una perfecta fila ordenada delante suya frente a otro jugador que se había limitado a amontonarlos sin orden alguno. Espero que Alison registrase el nombre y esté recibiendo pingües beneficios procedentes de su creación, porque los meeples traspasaron rápidamente la frontera de la ciudad cátara para expandirse por todo el mundo.
Como jugador de Carcassonne, una de las primeras cosas que pensé fue que seguramente habría alguna manera de comprar las piezas por separado en el caso de que se perdiera alguna o, simplemente, conseguir más colores. Pronto encontré multitud de tiendas online que ofrecían colores que no estaban incluidos en el juego base ni sus ampliaciones, así como otras fichas con pegatinas representando parejas de novios, zombies, bomberos, Santa Claus… También había tiendas que vendían tazas con los muñequitos dibujados, llaveros con su forma, gemelos y hasta cojines.
¿Por qué han tenido tanto éxito? Solo son trozos de madera pintados uniformemente, pequeñitos y sin el menor atisbo de articulación o movimiento. Empecé a vislumbrar la respuesta en mi trabajo. Allí los puestos son cubículos grises en los que no se permite colocar ni una triste foto de la pareja o familia. Durante un tiempo colocaba un meeple de cada color del juego base en mi puesto y lo recogía al irme, para darle un poco de vidilla al sitio. Al principio mis compañeros y compañeras me preguntaban por ellos y les explicaba que eran de un juego de mesa así como la razón de su presencia. La respuesta consistía casi siempre en «son muy graciosos». Alguna compañera me preguntó dónde los había comprado incluso.
Así que, en mi opinión, la contestación a la pregunta anterior puede ser dada por el siempre sabio refranero: «Más vale caer en gracia que ser gracioso».
Si buscamos la palabra “Meeple” en Google aparecen aproximadamente 2.230.000 de resultados (el «aproximadamente» lo pone el mismo buscador). En Instagram pueden encontrarse miles de cuentas dedicadas a los juegos de mesa con esta palabra en su nombre, y más aún con alguno de estos muñecos o varios de ellos en la foto de perfil. Yo me cuento entre estos últimos.
Pero su expansión no se ha detenido ahí. El Diccionario Oxford ha reconocido este término como una palabra oficial del idioma de Shakespeare indicando que su significado es “a small figure used as a playing piece in certain board games, having an stylized human form”. Traducido significa más o menos «una pequeña figura que se utiliza en ciertos juegos de mesa que tiene una forma humana estilizada». Una definición con cierto grado de ambigüedad que ha permitido a cientos de juegos tener sus meeples con diferentes formas según su ambientación. En los juegos de mesa modernos actualmente será extraño encontrar alguno que no tenga sus propios meeples.
En el siguiente artículo terminaré la trilogía dedicada a Carcassonne hablando sobre mi visita a la ciudad medieval.
SERIE: CARCASSONNE II.