Dados de colores- Reseña del juego de mesa Sagrada

Ficha técnica.

 

Nombre: Sagrada

Género: Familiar // Abstracto // Draft de dados

Jugadores: 1-4

Tiempo de partida: 30-45 minutos

Creadores: Adrian Adamescu y Daryl Andrews

Arte: Adrian Adamescu, Daryl Andrews y Peter Wocken

Distribuidor: Devir

Edad recomendada: 13 +

Dureza: 1.92

Página en la BGG: https://boardgamegeek.com/boardgame/199561/sagrada

Sobre el juego.

 

Los jugadores son artistas que compiten por crear la ventana con las más hermosas vidrieras de la Sagrada Familia. Las piezas de vidrio que usarán son dados de diferentes colores. En cada una de las diez rondas que se juegan, los artesanos usarán los dados para colocarlos en sus ventanas. El jugador que más puntos acumule según los objetivos públicos y privados será el ganador de este sencillo y muy adictivo juego.

 

El año 2017 vio nacer a dos de los juegos abstractos más famosos de los últimos tiempos. Uno de ellos es Azul (Spiel des Jahres 2017), el cual aún no he podido catar en ninguna de sus versiones. El otro es el juego que nos ocupa. Se trata de la segunda creación del señor Adamescu después de su debut con Rival Kings y de la cuarta del señor Andrews tras Back to the Future: Outatime. Además del juego de los dados translúcidos, han colaborado en Artifact Stack, Jungle Joust y Mine All Mines; todos durante el mismo prolífico año, pero ninguno llega a estar siquiera cerca del nivel de Sagrada. En cuanto a Wocken, cabe destacar su trabajo en la adaptación al tablero del videojuego Bioshock Infinite.

 

Este juego fue originalmente publicado en inglés por Floodgate Games tras completar exitosamente su campaña de micromecenazgo en Kickstarter.

En España se encuentra licenciado por Devir, que sacó un número pírrico de copias en su primera tirada. Por suerte, el juego es casi independiente del idioma, por lo que ante otra situación más en la que «iban a sacarlo en julio pero en octubre todavía no sabemos si van a reimprimirlo siquiera en lo que queda de año», opté por la edición original tras encontrarlo a un precio razonable en la quinta tienda.

 

Existen dos ampliaciones actualmente. Una que añade la posibilidad de jugar a un quinto y sexto jugador además de incluir nuevas herramientas y un recipiente para tirar los dados. La segunda se denomina Passion y es el primer capítulo de la serie de ampliaciones The Great Facades, que expanden la experiencia jugable con más mecánicas. En este extraño 2020 está aún programada la salida del segundo capítulo, llamado Life. Veremos si ve la luz y cuándo. También ha salido una versión digital de Sagrada para Steam, iOS y Android el presente 2020.

Desarrollo de la partida. 

 

La preparación del juego es muy sencilla.

 

Cada jugador escoge una vidriera. Después se barajan las cartas de objetivo privado y se reparte una a cada jugador. Éste podrá verla, pero no podrá enseñarla a los demás hasta el final de la partida durante el conteo de puntos. Lo siguiente, y otra vez al azar, es asignar dos cartas de patrón de vidriera, de las cuales elegirá una y descartará la otra. Tras insertarla en el tablero-vidriera, se le entregará el número de fichas de favor que indique esta carta.

 

A continuación se prepara el marcador de rondas y se barajan las cartas de objetivo público así como las de herramientas, que son ayudas que podrán utilizarse gastando las fichas de favor. Seguidamente, se escogerá un jugador inicial y se le entregará la bolsa con los dados para que realice la primera tirada. En las instrucciones se recomienda como método de elección del jugador inicial que sea el último que ha visitado una catedral, pero con 90 dados a nuestra disposición, ¿quién se resistiría al método más clásico de la historia?

 

Como se dijo al principio, la partida consta de 10 rondas. El jugador inicial sacará de la bolsa al azar un número de dados igual al doble más uno de los jugadores participantes y los lanzará para formar la reserva.

 

El jugador inicial seleccionará un dado y lo colocará en un espacio libre de su vidriera según las reglas que comentaré más adelante. Hecho esto, existe la posibilidad de gastar una ficha de favor y utilizar una herramienta para solucionar un problema o aprovechar una ventaja. Los demás jugadores, según el sentido horario, irán eligiendo dados y realizando sus acciones, pero una vez que el último ha completado su primer turno, se continuará en sentido antihorario comenzando por este mismo jugador (por lo que dispondrá de dos elecciones de dados seguidas).

 

Es posible que no quede más opción que pasar turno porque no sea posible colocar ningún dado de la reserva en la vidriera.

 

La ronda termina cuando solo quede un dado, que se colocará en el marcador de rondas.

 

Centrándonos ahora en las reglas de colocación de dados, hay que decir que son tan simples como puñeteras.

  • El primer dado deberá colocarse obligatoriamente en un hueco que corresponda a un borde o esquina.
  • Los siguientes deberán colocarse adyacentes a los que ya estén en la vidriera pero observando ciertas prohibiciones:
    • El dado debe cumplir las normas de color o valor de la casilla según la carta de patrón de vidriera que estemos usando.
    • No se pueden colocar dados de igual color y/o valor adyacentes ortogonalmente a otro ya colocado.
  • Las casillas en blanco no tienen ninguna restricción.

 

En cuanto al uso de las cartas de herramientas nos otorgarán ventajas importantes, pero hay que tener mucho cuidados con ellas. Su uso es «ilimitado» pero con esta otra particularidad puñetera. El primer jugador que use una solo deberá poner una ficha de favor sobre ella, pero desde ese momento, cualquier jugador que quiera volver a usarla (incluido el mismo que la estrenó) deberá desprenderse de dos de sus fichas de favor. Teniendo en cuenta que se nos otorga un máximo de seis en los patrones más complicados, hay que pensar bien utilizar este recurso.

 

La partida terminará cuando se llegue a la ronda 10. Entonces se empezarán a contar los puntos, que se encuentran en el reverso de la tabla de rondas.

Sobre los materiales. 

 

Sagrada es un juego que entra por los ojos. Cuando terminemos una partida querremos hacer una foto a nuestro tablero y colgarlo de inmediato en la red social que usemos. Eso, por supuesto, si no nos han quedado muchos huecos en blanco. Sin embargo, su preciosismo no se centra solamente en ello. Desde la colorida caja hasta las cartas, todo está diseñado para llamar la atención y ser atractivo.

 

Los tableros están fabricados en dos láminas de cartón bastante grueso con unos dibujos preciosos y con troquelados que se ajustan a la perfección al tamaño de los dados. Además, dispone de una entrada para insertar la carta de patrón de vidriera y que encaje para que sus dibujos se ajusten a los huecos sin ningún fallo. Tuve la mala fortuna de que el tablero azul no estaba bien pegado y la carta queda algo descolocada, así que este color siempre se queda relegado en la caja. Por ponerles una pega, apenas usaremos un 40% del tamaño total del tablero. Toda la parte superior a la rejilla donde debemos colocar los dados es meramente ornamental. Normalmente la uso para las fichas de favor, pero no es esa su función.

 

Las cartas son de tamaño estándar y tienen un buen gramaje. Son fáciles de barajar, pero como el resto, no escaparon a mi costumbre de enfundarlas. Los dibujos se ajustan perfectamente al tamaño de la carta, y los cuadros de instrucciones están muy bien integrados. En el reverso de las cartas de herramientas puede verse un boceto de la Sagrada Familia, además.

 

Las fichas de favor son como los dulces caseros: irregulares, desiguales y auténticos. Son semitransparentes, pero reflejan la luz con leves brillos irisados. Tienen un buen peso y tamaño además de un tacto bastante agradable cuando se sostienen.

 

Las instrucciones vienen en un pequeño libro de cuatro páginas impreso a todo color en un papel de gran calidad. Casi no hay ningún hueco libre, pero no da la sensación de agobio que suelen tener muchos de los manuales de Fantasy Flight (he leído disertaciones sobre obligaciones y contratos menos densos, os lo aseguro).

 

Y llegamos por fin a los grandes protagonistas de Sagrada. Este juego incluye 90 dados de colores de seis caras construidos en baquelita. Estos colores son Rojo, Azul, Amarillo, Verde y Morado. Cada uno de ellos representa cada uno de los cristales que deberemos ir colocando en nuestra vidriera. Son bastante pequeñitos y hay que tener especial cuidado de no perder ninguno porque no vienen de repuesto. Como curiosidad quiero añadir que en las primeras tantas de la edición española venía un dado rojo de más.

Las fichas de puntuación me parecen el aspecto más flojo de este juego en cuanto a su fabricación. Encajan a la perfección en el conteo de puntos, pero en algunos hitos apenas resaltan y cuesta verlas y son demasiado pequeñas y fáciles de perder en cualquier descuido. De todas las partidas que he jugado solamente las usé una vez; el resto, prefiero utilizar uno de los dados sobrantes del color que haya escogido.

Sensaciones y conclusiones.

 

Sagrada es uno de esos juegos que puede no gustar a todo el mundo. Los primeros compases suelen ser algo confusos a pesar de su sencillez, porque no se sabe muy bien por dónde empezar y tienes la impresión de estar tomando malas decisiones con los dados continuamente. Es en la segunda partida, cuando ya has probado de verdad su  mecánica y has visto en qué has errado, cuando empiezas a percibir su potencial. Entonces pueden suceder dos cosas. O te encanta y quieres echar dos o tres partidas más de inmediato o te deja frío y lo pones en Wallapop.

La interacción entre jugadores es escasa. La influencia de un jugador sobre los demás se limitará a encarecer las cartas de herramientas y a elegir antes que los otros un dado que les pudiera venir bien. La modalidad de un jugador es algo meramente anecdótico, pero ahí está, y es muy de agradecer.

En cuanto a su rejugabilidad, está bastante bien, pero cuando pasan las partidas se advierte en primer lugar que las cartas de herramientas llegan a ser repetitivas y algunas bastante inútiles. Los objetivos privados son ridículamente escasos, porque se limitan a 5 en total y a ponernos como objetivo acumular la mayor cantidad de dados del color que nos toque. Las cartas de patrón y las de objetivo público me dejaron con la misma sensación: su cantidad es aceptable pero 10 o 20 más habrían estado mucho mejor.

Está también la cuestión del azar. Se trata de un juego basado en la selección de dados que han tenido que ser lanzados, lo que implica que en más ocasiones de las que nos gustaría tendremos que apañarnos con lo que salga o nos dejen y no podremos desarrollar casi ninguna estrategia. ¿Es esto malo? En absoluto. Todo depende del momento en el que te encuentres y del tiempo que dispongas. Las partidas suelen ser rápidas, tanto que nunca he jugado una sola cuando ha salido a mesa.

Recomendaría probarlo a todo aquel que le gusten los abstractos o los juegos de reglas y mecánicas sencillas. Es bastante divertido a pesar de lo que pueda deducirse de los párrafos anteriores.

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SERIE: RESEÑAS DE JUEGOS DE MESA II.

 

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