La conjura de América

David Simon lo ha vuelto hacer. Ha vuelto a engancharnos con su rabia pasiva en cada renglón. Con esa pasión que nos lleva enganchando -algunas veces más y otras menos- desde que nos abofeteó con esa fotografía de Baltimore que es The Wire.

Esta vez lleva a la pantalla chica, pero cada vez más grande, la novela ucrónica de Philip Roth. D.Simon junto con el propio escritor anteriormente mencionado, nos enseña un mundo en el que Franklin Delano Roosevelt es derrotado por Charles Lindbergh. Un héroe nacional que ensalza los valores norteamericanos. Bueno, para ser más precisos tengo, que decir que ensalza los valores que cree convenientes para ganar. El antisemitismo y el racismo se abre paso poco a poco frente a nuestros ojos mientras permanecemos impasibles ante el inevitable destino.

Las similitudes de la ficción con la realidad actual de Estados Unidos son irremediables, extrapolando el personaje de Lindberg con el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. No sé si David Simon y Philip Roth comenzaron este proyecto con la intención de hacer esta analogía con el presente. Sin embargo, las comparaciones, a pesar de ser odiosas, muchas veces nos sirven para poder vislumbrar cosas que de otra manera o no queremos ver, o no queremos aceptar como ciertas.

Herman Levin, interpretado por Morgan Spector, es un padre de familia que hará todo lo posible para que su familia siga adelante a pesar de la tormenta que se avecina. Algunas veces, será demasiado orgulloso como para dar un paso atrás. Mientras, su mujer, Bess Levin ( Zoe Kazan), hará todo lo que está en su mano para convencer a su marido de que deje de lado su orgullo. A pesar de que ellos son el eje de la serie, Anthony Boyle (Alvin Levin) hace un papel que creo que es crucial para comprender el momento y tensar los capítulos y así sacar a la luz los debates sociales y políticos necesarios para saber qué está ocurriendo.

Dichos actores no son los más conocidos, pero personalmente tienen más brillo y más luz propia que actores más consagrados como Winona Rider, que no me acaba de convencer. No obstante, John Turturro está imponente en su papel del Rabino Bengelsdorf.

Pero a pesar de los esfuerzos de los adultos en generar un clima de tensión, con quien empatizas más y con quien realmente sufres, es con la interpretación de los más pequeños de la serie. Los hermanos y sus amigos son la verdadera alma de estos 8 capítulos. El miedo, el orgullo, la soberbia, la ternura o cualquier otra emoción que puedan expresar es natural. Sentir lo que sienten ellos es mucho más sencillo que con los personajes adultos. Y es que vivir la vida con los ojos de un niño o un adolescente es totalmente diferente a la de un adulto, a pesar de que ellos, en este caso, lleven razón.

No puedo hablar más de una serie que ha pasado de puntillas y no ha tenido tanta repercusión como otras series de HBO, no obstante, estamos ante otra obra maestra de David Simon (quizás me pase, pero me encanta este guionista) a pesar de que no sea su obra como tal. Nos enseña las tripas de una sociedad marchita, muy alejada de aquellas vallas blancas, labios rojos y un “American way of life” que durante años hemos envidiado desde fuera.

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