Cuando una historia se traiciona a sí misma

¿Sabéis cuál es la principal diferencia entre el cómic japonés y el estadounidense? Obviando el estilo de dibujo, por supuesto. Esa distinción entre ambos estilos de contar historias a través de viñetas se puede ver claramente en la manera en la que tratan a sus personajes en la forma de contar sus historias.

Solo hace falta mirar a las dos grandes, DC y Marvel, para comprobar que a lo largo de sus muchas décadas de vida han reiniciado sus personajes, así como sus universos, tantas veces que solo un verdadero aficionado se pararía a contar. Desarrollan un personaje principal durante un tiempo, pero no tienen el menor reparo en cortar esa historia para comenzar con los “What if”, situando a ese mismo personaje en diferentes realidades alternativas en las que su premisa es distinta. Tampoco tienen el menor pudor en reiniciar la historia una y otra vez. Asimismo, podemos encontrarnos con los “crossover“, que son historias entrelazadas de estos personajes que, habitualmente, deben unirse para afrontar a un enemigo que jamás podrían vencer individualmente. Los más conocidos por todo el mundo son Los Vengadores por parte de Marvel y La Liga de la Justicia de DC. Ambas facciones, por cierto, tuvieron un único encuentro en una miniserie publicada en 1996. Estas uniones también han dado algunas de las uniones más inesperadas como Batman uniendo fuerzas con las Tortugas Ninja, The Punisher visitando Riverdale o a los Vengadores uniéndose a Optimus Prime y los suyos.

Mientras tanto, en Japón continúan las historias de los mismos personajes alterando su propio canon las veces que sea necesario con el fin de mantenerlos en las viñetas o las pantallas. Ahí están auténticas barbaridades como One Piece y sus actuales 1009 capítulos, Detective Conan con 1069 o Hajime no Ippo y sus 1325 episodios. Todas ellas cifras abrumadoras que, sin embargo, palidecen ante Sazae San con sus 8100 capítulos emitidos y sin fecha prevista de finalización. Pero yendo al asunto de los cambios de canon, pondré como ejemplo al manganime más famoso a nivel mundial: Dragon Ball. Tras la saga de Majin Boo hubo un lapso de 10 años en los que las familias de Goku y Vegeta apenas se relacionaron. Goten se cambió de peinado, Gohan y Videl tuvieron una hija y hasta el patán por excelencia se cambió el gi que llevaba desde el final de la serie original. Luego hubo un nuevo torneo de artes marciales tras el cual abandonó a su familia para entrenar con Oob, la reencarnación humana de Boo. En su día Toei Animation quiso seguir la historia por su cuenta sin el apoyo ni colaboración del autor, hasta que tuvo que terminar aprisa y corriendo GT. En la década de los 2010 Toriyama decidió recuperar la historia que más fama y dinero le ha dado a partir del momento en el que el demonio de chicle es vencido introduciendo nuevos personajes, nuevos arcos de manera que el epílogo de Z ya ni es ni puede ser canónico.

¿Es mejor el estilo americano o el japonés? No se puede hablar en estos términos, pues se trata simplemente de dos maneras de alargar hasta lo absurdo una historia mientras siga siendo rentable. De hecho, en las series de televisión estadounidenses con actores de carne y hueso se sigue el tipo oriental. Un buen ejemplo de esto es Anatomía de Grey con sus 17 temporadas; algo que, por cierto, superamos en España con las 21 temporadas de Cuéntame cómo pasó.

Volviendo a los cómics, y centrándonos ya en el motivo principal que dio origen del presente artículo, sí debo indicar que el estilo estadounidense presenta una ventaja crucial cuando se trata de adaptar lo que aparece en las grapas y tomos para que podamos verlo animado en la televisión. Estos “What if” y su posibilidad infinita de reinicios les permite cambiar más fácilmente lo que aparece en papel cuando van a pasarlo a la televisión. Solo deben escudarse en que se trata de otra realidad dentro del multiverso. Los lectores de manga son mucho más exigentes cuando se ponen delante de la pantalla para revivir las historias que han leído, pidiendo que sea lo más fiel posible. Que cambien detalles o tramas no sería nada malo si se hicieran bien siempre.

En la temporada de invierno de 2020/2021 comenzó a emitirse la segunda parte de The Promised Neverland, una historia cuyos primeros 12 capítulos fueron, como poco de notable alto. Además se mantenía muy en la línea de la historia aparecida en papel. Para la segunda temporada el estudio CloverWorks anunció cambios en la trama. Esta noticia, que suele ser producto de un cambio de estudio de producción resultó extraña porque se trataba del mismo que ya había hecho la primera temporada de la serie. Se rumoreó también que Kaiu Shirai, su autor, no había quedado conforme con el desarrollo de la historia y deseaba cambiarla. Pensé que si era el mismo autor el que lo decía, tampoco pasaba nada; siempre que no hiciera como J.K. Rowling y se dejara corromper por el más barato fan service. Llegó el capítulo 4 y con él la ausencia de un personaje crucial para la trama. Comenzó el revuelo en las redes.

No fueron pocos los que comenzaron a especular con diferentes cambios de ubicación o posibles sorpresas en cuando a dicho personaje que llevaran a crear expectación a los espectadores pero sin alterar sustancialmente la trama. Poco podíamos imaginar los que la seguíamos lo que ocurriría en los capítulos restantes. La historia comenzó a acelerar con una rapidez inusitada, introduciendo tramas o personajes en lugares que no le correspondían con el único fin de acabar lo más pronto posible. De hecho, esta segunda temporada quedó solo en 11 capítulos, el último de los cuales termina con una rápidísima sucesión de imágenes estáticas mientras nos hacía escuchar una melodía emotiva genérica hasta que al final todo acaba bien para todos. Recuerdo haber pensado que esa temporada era digna de la peor adaptación imaginable de D&D. Si el autor de verdad quería cambiar cosas de su obra debía ser porque había acabado odiándola sobremanera. Tras una somera investigación sobre los motivos de tal horrenda finalización encontré algunos artículos que apuntaban directamente al estudio de animación.

¿Y ahora qué? The Promised Neverland está oficialmente finalizada tanto en su versión manga como en anime. Siendo una publicación japonesa no podemos esperar una reedición de la historia que sea fiel al manga. Esta historia no tuvo tanto éxito como para que se realice algo así. Solo ha habido una excepción que yo sepa. La versión anime de Fullmetal Alchemist se desvió tantísimo de su fuente en papel que acabó siendo solo un remedo de sí misma. Años después se produjo Fullmetal Alchemist Brotherhood, con una animación mucho más cuidada así como una trama mucho más fiel a la original, que acabó siendo una de las mejores series de la historia. Si alguien quiere empezar con la serie de Emma, Ray y Norman, les recomiendo ver la primera temporada y seguir después con el manga a partir del número 37.

Pero entonces, ¿está mal cambiar la historia de una obra escrita o dibujada cuando se pasa al cine o la televisión? Depende. Lo que de verdad importa es ser coherente con la historia. Volviendo a Occidente, nos encontramos con la novela río de George R.R. Martin, que fue adaptada por HBO. El autor no ha terminado con una historia que cada día que pasa parece más cerca de quedar inconclusa, pero la televisión urgía una finalización. No se trató de un desistimiento como pasó con CloverWorks o una retirada de fondos como le pasó a Gainax en 1994. Solo hay que ver los valores de producción de la parte final de Juego de Tronos para comprobar que se estaba gastando mucho dinero, aunque, irónicamente, la calidad del guion caía en picado hasta la caída final. Fijaros en cómo eran los personajes hasta la temporada 4 y cómo acabaron. ¿Era tan complicado ser solo coherentes con la historia en lugar de buscar el fan service y la provocación a como diera lugar?

Para finalizar con una nota positiva quiero traer una de las frases más utilizadas por Monaka, quizá el comentarista de series de anime más objetivo que he encontrado. Que haya dos versiones nos permite disfrutar dos veces de la misma historia de dos formas diferentes.

 

SERIE: PENSAMIENTOS ENCADENADOS V.

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