Nuevas ediciones. ¿La "obsolescencia programada" de nuestro hobby?

Ocurre una y otra vez. Sale una nueva edición y nos lanzamos compulsivamente a su compra, sin valorar realmente si la necesitamos y, normalmente, convencidos de sus bondades y de que “lo nuevo” va a ser mejor que “lo anterior”.
Y sucede así que nuestras estanterías se llenan de juegos repetidos: ocho ediciones de Warhammer 40.000, cinco de Dungeons and Dragons, tres de Warmachine, cuatro de Flames of War, cinco de Shadowrun… ¿Hace falta que siga? Seguramente no.
Reconozco que con los años me he vuelto algo escéptico respecto a la necesidad o utilidad de las nuevas ediciones de mis juegos favoritos, y eso que os mentiría si os dijera que en mis estanterías no hay tres ediciones de Dungeons and Dragons (AD&D, 3.5 y 5ª) o tres de Flames of War (de la primera a la tercera). Pero últimamente, he decidido parar.
Os cuento.
El caso que mejor conozco es el de los wargames. En mi caso, empecé hace más de veinte años a coleccionar y jugar a Warhammer 40.000, siendo el primer reglamento al que jugué el de 2ª Edición. Se trata de una edición muy recordada por los nostálgicos, porque hacía más sencillo el imposible reglamento de la primera edición (Rogue Trader) y era más divertido y “casual” que lo que apareció a partir de la tercera edición.
Sin embargo, fue precisamente esta tercera edición la que más me vio en las mesas de juego. El sistema era mucho más sencillo, estaba mejor explicado y convertía el juego en algo más equilibrado (a pesar de la habitual política de Games Workshop de hacer mejores unos ejércitos u otros conforme a sus intereses comerciales). Seguí jugando a la cuarta edición, y confieso que en su momento seguí con mucho interés los cambios que incorporaba o lo que mejoraban mis tropas con cada nuevo codex.
Sin embargo, las cosas se me empezaron a hacer cuesta arriba a partir de ahí. Cada tres o cuatro años mi material se volvía inútil, tenía que volver a comprar todo, a “estudiar” de nuevo las reglas para conocer los cambios que había (a veces pequeños, lo que complica las cosas porque pueden pasar desapercibidos, a veces enormes, cambiando por completo la forma de jugar).
Con Warmachine, uno de mis juegos favoritos de miniaturas, sucedió algo parecido. El juego llegaba en 2003 y a lo largo de siete años fue publicando varios suplementos que aumentaban las tropas y el trasfondo. Siete libros que ocupaban inútilmente un espacio en mi estantería cuando en 2010 apareció la segunda edición, que cambiaba el juego casi por completo y hacía inservible todo el material anterior. En esta ocasión en seis años aparecieron 12 suplementos que volvían a ser condenados al olvido cuando en 2016 aparecía una nueva edición. Libros, cartas, tokens… Material que dejaba de tener utilidad alguna si querías seguir manteniéndote en el juego.
Sobre la obsolescencia no creo que haga falta añadir muchos más ejemplos. Como citaba al principio, hay una gran cantidad de juegos en la misma situación. Me atrevería a decir que cualquier sistema con más de cinco o seis años de vida, ha “sufrido” una nueva edición.
Y esta obsolescencia ya es molesta de por sí. Aparte de por la cantidad de dinero empleado en algo que “ya no sirve” (hablaremos de esto más adelante), por el olvido que sufre ese material y la dificultad de “quitárselo de encima” (salvo excepciones, como las primeras ediciones de algunos juegos, hoy por hoy resulta difícil venderle a alguien tu manual de sexta edición de Warhammer).
Pero otro factor que resulta un obstáculo habitualmente ante las nuevas ediciones es la pereza de tener que volver a aprenderse unas reglas. Sí. Todos, cuando empezamos en el polifrikismo (ver mi artículo anterior) devoramos con avidez nuestros primeros manuales. Y testigo de ello son las encuadernaciones de mi Príncipe Valiente, mi Advanced Dungeons and Dragons (a pesar de que Zinco hizo una magnífica edición con este libro), o mi Codex Lobos Espaciales de tercera edición.
Pero llega un punto en el que me resulta aburrido volver a leerme unas reglas que, a priori, ya conozco, para ver además qué es lo que ha cambiado y no equivocarme al aplicarlo. Salvo honrosas excepciones (y ahí está mi libro de El Resurgir del Dragón para dar testimonio de ello), apenas hojeo los nuevos manuales. Y eso cuando los compro, ya que la lección aprendida de que al final se impondrá la obsolescencia programada a través de una nueva edición, hace que muchas veces los adquiera en formato digital por comodidad y ahorro. Total, para que sean inservibles en cinco años…
Podría seguir hablando de ejemplos e inconvenientes durante páginas y páginas. Pero sólo serviría para estirar el asunto y llenarlo de quejas amargas. Y prefiero pasar a otra cuestión relacionada con las nuevas ediciones. ¿Hasta qué punto son necesarias? ¿Puedes seguir jugando a las antiguas?
Es una cuestión recurrente. Todos hemos oído aquello de “nadie te obliga a cambiar de edición” o “podemos seguir jugando a la anterior”. Pero ¿aguantan el tipo? Los grupos que siguen jugando a ediciones antiguas, en el mundo de los wargames, son minoritarios. No resulta fácil acercarte a una tienda o un club y encontrar gente que no esté jugando a la versión más actual del juego.
En los juegos de rol parece que sí es posible mantenerse en “la primera edición que te compraste”. Incluso hay grupos y jugadores que defienden que hay ediciones antiguas que son superiores a las nuevas. Así, no resulta raro que haya quien siga jugando a Advanced Dungeons and Dragons, o al Star Wars de West End Games (sí, el del d6).
Yo mismo he adquirido unos cuantos manuales nuevos, pero mi Cthulhu sigue siendo el de Joc, mi Shadowrun el de FASA y mi L5A de La Factoría.
¿Y vosotros? ¿Compráis cada edición que sale de manera compulsiva? ¿O sois de los capaces de seguir jugando a ediciones pasadas?

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